lunes, 27 de octubre de 2014

 

GUERRA Y PAZ

Es vital ser selectivo en las propias batallas: a veces es mejor tener paz que tener razón. Y es que ya lo dijo Voltaire: "Es peligroso tener razón cuando los que mandan están equivocados". ¡Cuanta razón tenía!
  
Florencia. (República de Florencia), primeros años del siglo XVI . A punto de cumplir la treintena, el escultor, pintor, arquitecto, y poeta italiano, un perfecto hombre del renacimiento, Miguel Ángel Buonarroti daba los últimos toques a la gran obra que por aquel entonces polarizaba la mayor parte de su actividad artística: la estatua del rey David, encargo que le había sido comisionado en 1501con el objetivo de ser colocada en los contrafuertes externos de la catedral de Santa María del Fiore. La empresa había sido ya intentada dos veces, por Agostino di Ducchio (1463) y Bernardo Rossellino (1476) pero el enorme bloque de mármol blanco, extraído de las canteras de Carrara,  destinado a la gran obra era frágil, de escasa calidad, con numerosas hendiduras y macas y presentaba una configuración y volumen difícil de trabajar por su excesiva altura y estrechez aparentemente insuficiente para desarrollar una figura antropomorfa.

Desarrollando su arte durante cuatro años de largas horas de trabajos reservados y ocultos a la mirada de los curiosos florentinos deseosos de ver el desenlace de tan delicado y arriesgado trabajo, Miguel Ángel había logrado lo que ninguno antes: había esculpido la más espectacular, obra maestra de la escultura mundial, uno de los emblemas del Renacimiento símbolo de Florencia y de Italia en el mundo.

Meses antes de terminado el David (1504), el Papa Alejandro VI, tan curioso de observar de cerca la magna obra como el resto de los mortales, se acercó al lugar de trabajo de Miguel Ángel y con la intención de hacer notar su supremacía a un en el campo artístico indicó con autoridad al artista que el apéndice nasal resultaba desproporcionado, excesivamente grande.

Miguel Angel, haciendo gala de un autocontrol inhabitual en él y conteniendo la fiera interna, trepó al andamio, se hizo disimuladamente con un puñadito de polvo de mármol e hizo parecer que retallaba la nariz del David.

El Papa salió de allí burlado pero contento y Miguel Ángel mantuvo su escultura a su entera voluntad.
¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!

A la mayoría de las personas prefiero darles la razón rápidamente 
antes que escucharlas.
Montesquieu 

Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.
Francisco De Quevedo

lunes, 20 de octubre de 2014

UN BURRO EN LA "BUCHINGUER"


Parece ser que en Andalucía, cuando una heredad es tan profundamente yerma, infecunda y pobre que no  se espera obtener de ella ni fruto ni disfrute, lo expresan diciendo que sólo sirve para revolcadero de un burro.

Pero no lo infravaloren; un burro revolcándose puede acabar llevando a descubrir el remedio a los males de muchos...


El Grove (Pontevedra, España), 1889.  La novelista, ensayista y además periodista, iniciadora del naturalismo en España, Emilia Pardo-Bazán escribía artículos en el boletín "La Ilustración Artística".  En uno de ellos, con motivo de la apertura durante aquellos días de un balneario en una pequeña isla de la ria de Arosa, narraba, -como lo hacía la leyenda-, la curiosa circunstancia que llevó a un lugareño a descubrir las propiedades medicinales de las aguas de las fuentes termales que en la isla brotaban.

Cuenta la leyenda que un hombre de la zona profesaba un gran cariño por un burro de su propiedad que, sin embargo y a pesar de los cuidados de su amo, no conseguía curar las múltiples heridas que invadían su piel a consecuencia de una dolencia similar a la tiña.

El hombre, no queriendo sacrificar a su jumento, decidió soltarlo a su libre albedrío en una isla cercana de gran belleza en la que por aquel entonces no pisaba un solo alma humana, para dejar así que fuera la naturaleza la que decidiese el curso de los acontecimientos vitales del animalillo.

Tiempo después, quiso asomarse por allí para conocer el destino que había sufrido su apreciado asno. Al principio quedó extrañado cuando vió al animal rebozándose en unos lodos de agua muy caliente, pero su sorpresa e inmediata alegría fueron grandes cuando sus ojos advirtieron que el borrico se erguía lleno de vitalidad y sin rastro alguno de sus antiguas laceraciones.

Fue así como se descubrieron las fuentes de agua termal de la isla y sus magnificas propiedades curativas que llevaron a convertir a la ínsula, años después, en uno de los balnearios europeos (junto con Vichy -en Francia- y los de Marienbad -Centro Europa-) de mayor fama y renombre.

Y todo esto ocurrió, como seguro ya han adivinado, en la fascinante isla de la Toja.

Pd. Para facilitar el acceso de los visitantes se construyó en 1911 un puente que, con sus 400 metros de longitud, fue durante años considerado uno de los más largos de Europa


¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!

"El arte de la medicina constiste en entretener al paciente
mientras la Naturaleza cura la enfermedad"
Voltaire

lunes, 13 de octubre de 2014

BEAU-NITO

¿Cual es la esencia de la elegancia?
 Quizá como el cariño verdadero: ni se compra ni se vende. Tal vez como unos jazmines en el ojal: indiferentes a si se estilan o no y a, pesar de su sencillez, siempre despertando admiración. Una cuestión de actitud. Así entona Sting...
Modesty, propriety, can lead to notoriety
You could end up as the only one
Gentleness, sobriety are rare in this society
At night a candle's brighter than the sun
(Englishman in New York)
La modestia, la corrección, pueden llevar a la notoriedad / Podrías terminar siendo el no va más/ La gentileza, la sobriedad son escasas en esta sociedad/ De noche una vela brilla más que el sol 
(Un inglés en Nueva York)

En estas cuestiones, algunos británicos, .... 
Londres (Gran Bretaña), postrera década del siglo XVIII y primeras del XIX. George Bryan Brummell, nieto de un tendero de la parroquia de Saint James e hijo del secretario de un noble después venido a más -a mucho más-, fue enviado, con doce años,  al ilustre colegio Eton donde fue resultando una figura cada vez más popular y donde conoció al que llegaría a ser rey Jorge IV. Desde su más tierna infancia George mostró un interés más que normal por la moda, especialmente en lo que a su personal emperifollamiento diario respectaba.

Años después estudió en Oxford, donde afiló su ingenio y su lengua y donde comenzó a forjarse el germen de la futura celebrity que, con el tiempo, llegaría a ser . 

Regresó a Londres y, con la inestimable ayuda de la engrosada herencia de su padre percibida a los 21 años, comenzó, con el apoyo del entonces Príncipe de Gales, esa peculiar trayectoria que le llevaría a la fama: la del dandy más famosos de todos los tiempos - con permiso de Arturo (Fernández)-. Por supuesto, nunca trabajó pues ser dandy constituía una ocupación a tiempo completo. 

Nobles, hombres acaudalados y las mas bellas mujeres, todos sucumbían ante sus arbitrajes de moda. Sólo era elegante aquello que él así lo estimaba y vergonzante podía ser la situación de aquel que tuviera la desgracia de vestir indumentaria que ofendiera su buen gusto.  Rompió la establecida costumbre de la aristocracia masculina de la época de vestir con pomposas pelucas, voluminosos y abullonados pololos y tacones altos.
Su estilo de vida se resumía en una curiosa dicotomía:

  •  por un lado, su máxima de distinción y elegancia indumentaria era la sobriedad, la sencillez y la discreción como norma -conspicuously unconspicuous- (no en vano puso de moda trajes de pantalón largo, de cortes simples, buena fabrica y confección, acompañados de perfectas camisas blancas y corbatas de nudo impecable, indumentaria que ha llegado a nuestros días, considerándose por ello el creador del traje de hombre tal como hoy lo conocemos);
  •  Por otro lado, sin embargo, pasaba cinco horas diarias empeñado en la tarea de vestirse y acicalarse impecablemente. Tal era el espectáculo que al mismo asistían, habitualmente, otros desfaenado como él, entre ellos su allegado, el Príncipe de Gales, Prinny para los amigos. Por relatar algún detalle contaré que el punto álgido de la ceremonia lo constituía el momento de anudarse la corbata. Si a la primera el nudo no resultaba de todo angulo perfecto, Beau Brummell (el bello Brummell, pronúnciese Bo Brummell), que así lo llamaban por aquellas alturas, desechaba la corbata sin perdón y retornaba a la tarea con una nueva. Hasta veinte llegó a desechar alguna ardua jornada. Agotado acabaría.

El declive llegó de la mano de la soberbia y del exceso de confianza. Por aquel entonces, desairar al monarca era deporte de alto riesgo y él se arriesgó demasiado. En cierta ocasión Brummell, con mucho descaro, le dijo a su amigo, - ya rey Jorge IV-, que llamase a un lacayo. El rey, probablemente saturado por el compadreo, llamó al lacayo pero para darle las siguientes instrucciones:

-"Acompañe al señor Brummell a la puerta, que se va."

Con su fortuna absolutamente dilapidada en ropa y complementos (se calcula que derrochó más de un millón de libras de la época) -y eso que no existía la compra online-  y caído en desgracia con el Rey, pronto se encontró en la mas absoluta miseria, que durante algunos años, escasos amigos trataron de mitigar. Se trasladó a vivir a Calais (Francia), donde sobrevivía entre sablazos económicos a sus compatriotas y caridad de los sastres. Los acreedores aguardaban a su puerta, por lo que sólo podía salir de su morada con cierta tranquilidad durante la noche. Pasó alguna temporada en la cárcel por deudas. Por esas alturas, Beau había dejado ya de cuidar su escaparate y se mostraba con aspecto abandonado. Finalmente murió, ya demente, en el asilo de caridad pública Bon Saveur en Caen.

¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!


"Si alguien se vuelve para mirar tu traje, es que no va bien vestido, o vas demasiado rígido, o demasiado apretado o demasiado a la moda"

Beau Brummell

"Tener éxito con las mujeres es fácil: trato a las verduleras como duquesas y a las duquesas como verduleras, y me va tan ricamente".
Beau Brummell

lunes, 6 de octubre de 2014


AMIENEMIGOS 


¿Quién no ha visto alguna vez su vida invadida por un algo, -o un alguien-, intruso, desagradable, aguafiestas, molesto y hasta deleznable, que se aposenta en su horizonte y en su quehacer cotidiano, impuesto, sin opción?

La moto de tu vecino, que arranca todos los sábados a las siete de la mañana; el edificio de enfrente, que te impide ver la luna; los bares nocturnos de tu calle, atestados de mangurrianes; vecinos, parentela variada; los amigos de mis amigos (los que no son mis amigos); algún colega de armas, de lunes a viernes en horario laboral...

Nuestro más torpe remedio frente a esto suele ser salir corriendo, mantenernos alejados (cuando se puede) o quitarnos de en medio, pero a veces, la mejor solución está más cerca del objeto de nuestro desagrado...

París, 1887. La Ville Lúmière se preparaba para la Exposición Universal, -de la que sería anfitriona dos años más tarde-, mediante la construcción de más de 80 edificios de los que, indudablemente, el más conspicuo prometía ser el encomendado al estudio de ingeniería de monsieur Gustave Eiffel. 

Por aquellas épocas, las Exposiciones Universales constituían una oportunidad para los gobernantes del país celebrante de demostrar su potencia industrial y, consecuentemente, su superioridad sobre otras potencias. Así, los ingenieros asignados a la realización del proyecto - Emile Nouguier y Maurice Koechlin- planearon en esta línea la construcción de una gran torre metálica de 300 metros de altura.

Sin embargo, las figuras más destacadas de las artes y la cultura parisina del momento observaban con horror lo que consideraban un gran adefesio que afeaba de forma abominable el perfil de su querida bella ciudad.

Compositores como Gounod, pintores como Missonier, arquitectos como Garnier (diseñador de la Ópera de París), y escritores como Alexandre Dumas hijo, firmaron un encarnizado manifiesto en contra de la construcción de la Torre, que se denominó Protesta de los Artistas;

".... Pues la Torre Eiffel, que ni la misma y comercial América querría, es, no lo duden, la deshonra de París. Todos lo sienten, todos lo dicen, todos se afligen profundamente, y no somos más que un débil eco de la opinión universal, tan legítimamente alarmada. Por último, cuando los extranjeros vengan a visitar nuestra Exposición, exclamarán sorprendidos: ‘¿Cómo? ¿Éste es el horror que los franceses han encontrado para darnos una idea del gusto del que tanto presumen?’ Tendrán razón si se burlan de nosotros, porque el París de los góticos sublimes, el París de Puget, de Germain Pilon, de Jean Goujon, de Barye, etc., se habrá convertido en el París del Señor Eiffel.”

Pero, de entre todos los firmantes, destacaba la actitud de uno de ellos: el escritor Guy de Maupassant que aborrecía en grado superlativo la controvertida torre metálica. Sentía verdadera alergia con la visión de la misma e, incluso, hacía mención de su sentimiento de abominación en sus obras literarias:

Me fui de París, e incluso de Francia, porque la torre Eiffel terminó fastidiándome mucho. No es sólo que uno la viera desde cualquier lado, sino que se la encontraba por todas partes [...], cual pesadilla inevitable”. (El viajero errante)

Sin embargo, paradójicamente, una vez abierta la Torre al público, Maupassant desayunaba o almorzaba habitualmente en el restaurante de la misma, circunstancia que causaba notable extrañeza en los que le conocían y se apercibìan del hecho. No obstante, lo que parecía una contradicción realmente no lo era y tenía una inteligente explicación. En cierta ocasión alguien se atrevió a preguntar a Maupassant el motivo por el cual  era capaz de manducar habitualmente en ese lugar que tanto denostaba. Su impecable respuesta fue la siguiente: 

"Monsieur, es el único sitio de París desde donde no se ve la Torre".



¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!

"Si no puedes con tu enemigo, únete a él"


Sun Tzu ("El arte de la guerra")

"No hay objeto tan bello que en determinadas condiciones no parezca feo"
"La belleza tiene un limite, la fealdad no".
Anónimo
Si no puedes con tu enemigo, únete a él
Sun Tzu (El arte de la guerra)

Pd. Es de destacar el hecho de que el color amarronado que actualmente luce la Torre no es el que vestía inicialmente. Los primeros años era de un color amarillo dorado y, más tarde, fue repintada de un tono rojo ladrillo. Desde su creación la Torre ha sido pintada dieciocho veces.