lunes, 25 de marzo de 2013

... NO ENTRAN MOSCAS



¡Que suerte! Hay personas que tienen la gran fortuna de haber nacido con un gran don: el de la oportunidad.
Ni planean ni prevén; ni siquiera imaginan ni barruntan los excelentes resultados que les reportarán sus acciones y movimientos y, sin embargo, ahí están, siempre en el sitio adecuado en el momento oportuno.
Quién le iba a decir al Príncipe que, después de cien años de trasiego de caballeros, bosque arriba, bosque abajo, no encontrando más que arrendajos, perdices chochas, musarañas y alguna que otra liebre, iba a llegar él, por primera vez, y ¡zas!:
 "...oye que aquí parece que hay alguien..." 
. Y.. ¡bingo! ese "alguien" resulta ser nada menos que La Bella Durmiente ...

¡Que mala suerte! Esas otras personas que, en la otra cara de la moneda, lo que poseen y pasean es, más bien, el "antidón": esa capacidad de caer siempre en el hueco de la inoportunidad más notoria.
Son los ases del desacierto y el desliz.Tampoco lo planean ni lo prevén y nunca parecen imaginar, ni por asomo, hasta donde puede llegar el bochorno que van a tener que soportar como consecuencia de la introducción (léase metedura) de uno de sus apéndices inferiores  (vulgarmente llamado pata)... Mejor que permanezcan siempre inmóviles y silentes pues, de lo contrario...

Europa, siglo XX. En cierta ocasión, un ducho y exquisito pero desconocido artista de la pintura, tuvo la buena fortuna de recibir en su casa y mostrar al celebérrimo Pablo Picasso el taller donde tenía almacenada, y en parte expuesta, la mayor parte de su obra aún no vendida.

Admirando, uno tras otro, la totalidad de los cuadros, el maestro Picasso los encontró bellos y de alta calidad pictórica, si bien sintió gran curiosidad por una característica común a todos ellos: del primero al  último, en todos figuraba, en muy diversas poses, situaciones, escenas y ademanes, una misma modelo femenina, que Picasso encontró francamente fea, de bruta figura, antiestética y de groseras hechuras.

El gran artista se dirigió entonces a su anfitrión indicándole: "Encuentro realmente buenas todas y cada una de sus obras, pero quisiera hacerle un comentario, si no tiene inconveniente".

El ignoto pintor, solícito, le respondió: "Le ruego, maestro, que me traslade todas sus impresiones, por críticas que éstas sean, pues siempre serán para mí una lección magistral, viniendo de la buena intención de un maestro como usted".

Sincerándose, Picasso respondió: "Pues mi comentario es el siguiente: ¡Cómo puede ser que utilice usted siempre la misma modelo, siendo ésta un verdadero adefesio! Mire qué brazos y piernas tan grotescos; qué cabello tan mal atusado; se aprecia a primera vista que se trata de una mujer absolutamente carente de elegancia y gracia alguna".

En ese preciso instante, la puerta del estudio se abrió y accedió por ella una señora, en cuyos rasgos y porte Picasso identificó, sin duda ninguna, a la protagonista de los cuadros de su anfitrión, el cual, turbado y totalmente desconcertado, se dirigió al maestro y, extendiendo su brazo derecho en dirección a la mujer, manifestó:  "Permítame usted, don Pablo, que le presente a mi señora esposa..."


¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!

"Hay personas que empiezan a hablar un momento antes de haber pensado"
Jean de la Bruyère 

"No hables mal del puente hasta haber cruzado el río"
Proverbio


"Es cordura provechosa ahorrarse disgustos. La prudencia evita muchos".
Baltasar Gracián
"Es más fácil quedar bien como amante que como marido, porque es más fácil ser oportuno e ingenioso de vez en cuando que todos los días"
Honoré de Balzac





lunes, 18 de marzo de 2013

ALFRED HITCHCOCK PRESENTA ...

                                               

El fin ¿justifica los medios?
Cuando el fin es lícito ¿lo es también, por ello, el camino que uno toma para alcanzarlo?

¿Justifica la investigación científica el uso de animales para su avance?

¿Sería moralmente excusable atracar un banco para dar de comer a los pobres, cual moderno Robin Hood?
 
 ¿Consideraría admisible fingir, por ejemplo, un divorcio para conseguir mejor colegio para su hijo, sólo porque los hijos de padres divorciados tuvieran más "puntos"?

¿Empujaría sutilmente a su mejor amiga o amigo escaleras abajo para aprovechar la baja y sisarle su trabajo o birlarle ese novio o novia suyo que tanto le gusta a usted?

¿Fingiría una parálisis para facturar el primero, y sentado cómodamente en silla de ruedas, saltándose la larga y estresante cola de Ryan Air?

¿Sería capaz de llegar a tocar el timbre de su casa para quitarse de encima a la plúmbea, aunque bondadosa, amiga que tiene al teléfono, con la excusa "lo siento, tengo que colgar, llaman a la puerta..."?

¿Llegaría al límite de inventar que a su padre le ha dado un repentino cólico nefrítico para eludir esa cita con el pelma de turno con el que accedió a quedar sólo porque tenía un ratito libre y, de repente, le surge a usted un plan fabuloso?

 ¿Tendría el valor, en ese viaje de amigas a Londres en el que le han hecho depositaria de un fondo común de 300 libras, de decir que se lo han robado en un despiste (¡uy, no se sabe cómo!...) para poder regresar con un flamante modelito de Stella Mcartney, "subvencionado" por el cándido y generoso grupo?

Uy, que perdemos el hilo y nos metemos en terreno nuevo, donde los fines ya no parecen "tan lícitos...". Retomando la cuestión inicial: el fin ¿justifica los medios?
Parece que para Nicola Machiavelli (nombre verdadero de aquel que por estos lares damos en llamar Maquiavelo) si... Y para sir Alfred Hitchcock...

Culver City (condado de Los Ángeles, California), 1940. La actriz Joan Fontaine había sido la afortunada escogida por el mítico director Alfred Hitchcock, para interpretar a la protagonista de la primera película del realizador británico en el seno de la industria cinematográfica americana de Hollywood, película basada en la novela de Daphne du Maurier, "Rebeca".

Un día del rodaje en los estudios SIP Films (Selznick International Pictures), debía ser filmada una escena en la que miss Fontaine había de representar un acceso de fuerte, profundo y desesperado llanto Una vez tras otra rodaron la secuencia y una vez tras otra la finalizaron al grito, cada vez más exasperado, de "¡CORTEN!" proferido por un progresivamente  más impaciente y crispado Hitchcock. La Fontaine no era capaz de conferir a su interpretación el realismo y la profundidad que exigían el guión y el minucioso director.

Hastiada de tan intensa tesitura, y ya cercana a la saturación, la diva se plantó: no tenía la menor intención de impostar ni una lágrima más y, así de firme, se lo hizo saber al realizador inglés ante todo el personal de rodaje, terminando su frase con la irónica coletilla:" ...a no ser, claro está, que usted me las haga brotar a bofetadas". 

Y a mr.Hitchcock, que pensaba cumplir con el plan de rodaje y únicamente estaba dispuesto a admitir un trabajo excelente, no le tembló la mano y, ni corto ni perezoso, propinó a la actriz dos sonoras bofetadas que, de forma instantánea, provocaron el llanto más auténtico y genuino que un director hubiera podido desear obtener de un actor.

Los medios fueron realmente drásticos pero el fin se consiguió: la escena resultó perfecta y "Rebeca", debut del director británico en el cine norteamericano, obtuvo ese año el Oscar a la mejor película.


¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!

                 "La lucha siempre merece la pena si el fin vale la pena y los medios son honestos."
Jane Fonda
"Cuando un actor me viene diciendo que quiere discutir su personaje, yo le digo: "Está en el guión". Si él me dice: "pero, ¿cuál es mi motivación?", yo le digo: "tu sueldo".
Alfred Hitchcock

lunes, 11 de marzo de 2013

¿CONOCES GUATEMALA?


Pues es infinítamente mejor que "Guatepeor". Con diferencia.

¡Cuantas veces sucede que nos toca pasar por malos tragos, constipados y sarampiones que no estamos dispuestos a soportar estoicamente!. Buscamos atajos y circunvalaciones, trucos, artimañas y ardides, y cavilamos y cavilamos para salir airosos de estos trances. Buscamos los medios y acabamos con remedios. ¡Y qué remedios!

 Desembocamos de cabeza en las brasas y salimos de ellas, más que quemados, achicharrados, y recriminándonos los ricos boquerones con que nos hubiéramos deleitado en Málaga de no habernos empeñado tozudamente en evitar ese destino para acabar, sin haberlo planeado, en Malagón.

Y es que, ante trances incómodos y difíciles, lo mejor es no pensarlo, atarte los machos, valor y ...¡al toro!...

Rusia, década de los 20 del siglo XX. El precoz pianista ucraniano Vladimir Hórowitz, con sus escasos veinte años de edad, se enfrentaba a su primer recital en un importante teatro.

Con un pié CASI en el escenario, sufrió un súbito ataque de inseguridad y pánico (común a muchos grandes maestros) que le impedía dar un solo paso para hacer su aparición en escena.

Advertido el director del teatro de la crítica situación, se dispuso a convencer a Hórowitz de que debía reunir valor y dar el concierto.

Ante la actitud petrificada del joven músico, que se hallaba empavorecido e incapaz de pulsar una sola tecla, el gerente tiró la toalla y dió fin a sus vanos intentos de persuadir al chico, limitándose ya sólo a indicarle que, si no tenía intención de ejecutar el concierto, debería ser él mismo quien saliese a escena a dar una explicación al público, que ya aguardaba impaciente y desasosegado en sus butacas.

Vladimir Hórowitz, entonces, asumiendo que era la única vía de escape para eludir su compromiso de dar el concierto pianístico, aceptó la "invitación" y se personó en el palco escénico con la firme intención de ofrecer a su público, al menos, un pretexto plausible que le permitiera salir del paso y lo librara, ¡aleluya!, de la temida actuación musical. 

Ya en el escenario, y ante la espectación de todo el patio de butacas, Hórowitz abrió la boca pero no consiguió emitir sonido humano alguno por lo que, instintivamente, y para salir de tan tensa y embarazosa situación, sentose al piano y comenzó a interpretar la primera pieza. 

Dijeron los críticos que el público presente asistió aquella noche a un recital especialmente magistral del insigne pianista. 

¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!...

... hoy, en especial dedicado a nuestros amigos malagoneros y guatemaltecos.


"Nunca peca por estulto quien sabe escurrir el bulto"
Anónimo
"El precio de la grandeza es la responsabilidad"
Sir Winston Churchill





lunes, 4 de marzo de 2013


MIENTO, LUEGO EXISTO  ¨>

Y es que, por muy honesto que uno sea ¿quien se ha librado de tener que colar en alguna ocasión una mentira piadosa, mentirijilla, mentira gorda o hasta alguna mentira podrida?

Incluso a aquellos que detestamos la trola y miramos con aprensión y recelo a los farsantes, la vida, la honrilla o, inclusive, nuestros santos y venerados padres, nos han abocado a dar algún que otro paseo por la incómoda y empedrada calle del embuste: "Niño, si te pregunta el conductor del autobús recuerda que tienes que disimular y decir que sólo tienes cuatro añitos, no seis....".

Nos conformamos pensando que todas esas mentiras, al menos, habrán servido para sacarnos de aparentes males mayores y, sin embargo, yo sigo creyendo, de corazón y de convicción, en la gran máxima: la verdad os hará libres.

Y para muestra, un sólo botón basta:
 
Reino de Nápoles, años 1616-1620. Don Pedro Téllez-Girón y Velasco, Grande de España, caballero del Toisón de Oro, III Duque de Osuna y persona de grandes dotes y buenas cualidades, ocupaba el cargo de virrey y capitán general de Nápoles, por encargo directo del rey de España, Felipe III, cargo que, años antes, había ostentado ya con gran éxito en Sicilia.

Uno de los privilegios que ostentaba Osuna el Grande por razón de su empleo era el de poder conceder el indulto a reos que cumpliesen condena en la prisión napolitana.

Para ello, el virrey mantenía un vis a vis con algunos de los convictos que optaban a ser escogidos para obtener la tan ansiada libertad. Tras entrevistar a varios, la práctica totalidad de los condenados se deshicieron en explicaciones al virrey sobre su plena inocencia y el fatídico error judicial que, con cada uno de ellos, había sido, injustamente, cometido. ¿Todos? No, todos no. Uno de los reos, no hallando forma posible de exculparse de la ilicitud de los actos delictivos perpetrados, o simplemente no queriendo mentir al virrey, se sinceró con él,  exponiéndole con franca claridad sus sanos y humanos deseos de verse libre, a pesar del delito cometido.

Tras deliberar, el Duque de Osuna se decidió a conceder el indulto a éste último para lo que redactó un edicto en el que, desbordante de fina guasa y delicado sarcasmo, ordenaba:

"Sacad fuera de la prisión a éste malhechor, para que no pervierta a tantos hombres de bien que en esta presidio se hallan encarcelados..."

"FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA"

"Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa"
Alfred Adler (1870.1937) psicólogo y psiquiatra austriaco.