lunes, 22 de junio de 2015


DE MANTEQUILLA

Nunca llueve a gusto de todos. Prohibido estuvo, Código Penal en mano, durante dos años, -quizá entre 1928 y 1930 hace ya casi un siglo-,  proferir piropos callejeros. Parece que aquella tormenta estival no duró mas de dos veranos y pasó el delito al baúl de delitos olvidados. 

Parece, no obstante, que vuelven estos aguaceros y hay, de nuevo, quien aboga por rescatar piezas del baúl vintage. Devanan sobre la conveniencia de prohibir otra vez -casi cien años después-, los requiebros callejeros y aplicar sanción a todo tipo de ellos, por considerarlos vejatorios y humillantes, silenciando así la boca de espontáneos al volante de un trailer, entre ladrillo y ladrillo, y los galanteos de poetas callejeros. 

Pues, respetuosa con la ley, aprovecho este momento de sol, antes de que empiece a arreciar la tormenta,  y les dedico dos, aún legales: quien fuera bizco para verlos dos veces;  Dios debe estar distraído, porque los ángeles se le están escapando.

Sin olvidar nunca, claro está,  ese famoso y dulce dicho de vayan por la sombra...



España, siglo XVII. Existió un eminente médico. de nombre Gaspar Balaus, que, además de por su pericia profesional, destacó también por sus sobresalientes cualidades en oratoria y por su fluidez lingüística como poeta. Cuando ya no se hallaba en plena juventud fue adquiriendo una curiosa e inaudita monomanía: llegó a la convicción de que, a diferencia de sus pacientes y resto de congéneres, él no estaba hecho de carne y hueso sino de una materia más suave y cremosa: pensaba que estaba hecho de mantequilla.

Esto le acarreó la servidumbre de tener que evitar, o incluso huir, de cualquier fuente de calor que pudiera derretir su delicado cuerpo.


Así, jamás se sentaba cerca de una chimenea u hoguera y caminaba siempre como la gente agraciada: por la sombra.

Y ocurrió que un día esa curiosa y aparentemente inocua paranoia le abocó directamente a la muerte. Era un día de intenso calor y, agobiado Gaspar por el peligro de derretimiento, se tiró de cabeza a un pozo y, haciendo bueno el dicho "salir de Málaga para meterse en Malagón", no se derritió pero se ahogó. 


¡FELIZ LUNES,  FELIZ SEMANA Y FELIZ VERANO!

"Quien sabe adular sabe calumniar" 
Napoleón Bonaparte

lunes, 8 de junio de 2015


GALLINAS Y CERDOS 

CUENTE ¿CON QUIÉN CUENTA?


Afortunados aquellos que tienen alguien dispuesto a dar la cara por ellos. Haciendo la suma, muchos tienen quien les aprecie, quien les admire, les acompañe e incluso quien se implique y quien les quiera. Pero calcule usted otra adición: ¿quien está dispuesto incondicionalmente a sacarle las castañas del fuego, a comprometerse, a salvarle de un angustioso apuro, a hacer por usted -incluso a deshoras- lo difícil o lo más indeseable, lo que ni siquiera usted se molestaría en hacer por usted, a mojarse de verdad por su persona, casi siempre sin siquiera haber tenido que pedírselo  y, habitualmente  a cambio de nada?. Si el resultado de esa suma es superior a cero, considérese del escaso grupo de afortunados, es más, privilegiados. No se engañe: no todo el monte es orégano. Y bendiga la suerte, quizá inmerecida –o no-, de contar con ese amigo, hermano, tío, cuñado, padre, novio, cónyuge, dispuesto por usted a poner su mano en el fuego, perder su tiempo o incluso … su ojo…




Ciudad de Locros Epicefirios, Magna Grecia, siglo VII antes de Cristo (actualmente Locri, costa de Calabria, al sur de Italia). Parece ser que, por aquel entonces, vivió allí un pastor esclavo de nombre Zaleuco que, inspirado en sueños por la diosa Atenea (según el mito), acabó siendo legislador. Y no sólo un legislador común, no: su Código Locrio es hoy considerado el primer código escrito de leyes de la civilización griega, sus normas han sido estimadas  modelo de orden y buen gobierno y los habitantes de Locros fueron siempre fieles a su ordenamiento jurídico y, tan convencidos estaban de las bondades del mismo,  que fueron muy reacios a cambiar nada de su contenido (no en vano, una de las leyes rezaba que aquel que presentase una propuesta de reforma o cambio de interpretación de una norma ante el Consejo de los Ciudadanos, habría de hacerlo compareciendo ante ellos con una soga atada al cuello de tal suerte que, si el Consejo votaba en contra, el proponente sería estrangulado en el mismo acto).



El Código Locrio buscaba establecer penas relacionadas con el género y la causa del delito, que resultaran simbólicas y ejemplares. Así, se condenaba a muerte al enfermo que hubiese bebido vino en contra de la prohibición de su médico; se sacaba un ojo a aquel que lo hubiera sacado a otro,…



Por otro lado, se contenían prohibiciones como la de iniciar un juicio entre dos partes si estas no habían intentado antes la reconciliación; la de vender productos comestibles por personas distintas de sus productores; la de llorar a los muertos una vez sepultado el cadáver,…

De Zaleuco y su obra quedan testimonios a través de variadas fuentes, -algunas tan eruditas como Aristóteles o Cicerón-, que cuentan que aplicó la ley tanto en casa ajena como en la propia. En cierta ocasión, su propio hijo fue acusado de adulterio. La pena prevista para tal delito consistía en cegar ambos ojos al reo. Zaleuco no estaba dispuesto a eximir a su hijo del cumplimiento de la ley. Sin embargo, considerando que la culpa no era exclusiva de su vástago, sino que él mismo como padre compartía la responsabilidad por no haberlo educado adecuadamente, decretó que a su hijo sólo le sería extraído uno de los ojos. El otro, se lo hizo cegar a sí mismo.

¡FELIZ LUNES Y FELIZ SEMANA!

By M.M.


La diferencia entre implicarse y comprometerse es como los huevos y el jamón: la gallina está implicada, el cerdo está comprometido”.

Martina Navratilova.